samedi 15 mars 2008

El destape III (espagnol)

Capítulo central

EL MANICOMIO

Salvador Dalí decía que estuvo en una exposición de Mondrian y que las puertas estaban mejor pintadas que los cuadros expuestos. A eso se parece el éxtasis en el manicomio. En un platillo de la psique está ese repintado casi perfecto en tonos pastel propio a los hospitales intemporales. Y excavando más profundo en la memoria está el cieno que depositamos en el otro platillo, un micromundo en el que se discierne algo así como el grabado de una cárcel de Piranesi.

En los estados internupciales de Manuel se encuentra la gran ausencia en el centro del cosmos. Lo que para otros es el final o remate de la vida es el lugar de muda, de cambio de piel.

Y a propósito de piel, el cambio pasa físicamente en ella. Se nos desnuda, para inspeccionarnos, para imposibilitar la fuga se nos viste de pijamas o de camisas de fuerza. Por la piel pasa la contrastada ducha en el hidrófobo, la orina con que se regalan los amantes del manicomio, sean o no del mismo sexo. Decorado para la piel humana, las paredes y los raquíticos parterres del manicomio, o sus capillas, donde la piel interior o cerebro es atacada por la espada de Dios. Debiera dar un significado religioso a esta topografía, definitorio para todas las demás, pensándola como un conjunto de capillas, asociadas a los sacramentos de la locura. El aislamiento con su célula, la ducha donde no existe diferencia, como en la muerte, el comedor con su imperativo de TRAGAR, los dormitorios que se hayan como intermedios entre todos los estupores, como en un no lugar, ya que los enfermeros y enfermeras, la limpiadora, entran sin llamar a cualquier hora, la capilla también inicial del interrogatorio o confesión, y la más inicial de la primera inyección, o bautismo de los locos. En un ámbito aparte la capilla más esencial, la del excremento, que a veces debe ser extraído a mano, y que define un tiempo que se eterniza, un instante de insight en el narcisismo atenuado de este monasterio.

Y puesto que no podemos poseer nada en su interior, debemos quizás concluir que se nos ha declarado a nuestras espaldas un cierto voto de pobreza, por un tiempo angustiosamente elástico.

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