mercredi 9 novembre 2011

la cortesía y la carne (7) la torsión post-klossowskiana del relato de la pintura en la obra de Patience Tison


Patience Tison y Manuel Montero
durante una exposición Patience Tison en la Butte Aux Cailles
delante de una escultura de un gato por Patience Tison
foto Eve Livet



Patience Tison dibujando durante una exposición de Manuel Montero
foto Eve Livet



acrílico reciente de Patience Tison
foto Eve Livet


Cuando se comprende y se asume que la gran pintura de raigambre italiana que conocemos por los museos y que parece dar su último suspiro en una triple declinación (Balthus, Picasso, Dalí), no podemos saber si está realmente muerta después de su triple epifanía. Una teología posterior debe generar, como decía un posmoderno como J.F.Lyotard, nuevos relatos. Se nos pintaba el repertorio bíblico, el repertorio literario clásico de los griegos hasta por ejemplo Tasso...


episodio de un relato de Patience Tison en sus veinte años


Me viene a la mente algún episodio de la Jerusalem Liberada que se puede ver en Versalles... La torsión del relato está ya en la columna salomónica del Barroco, en la locura de Tasso que acompaña la catalepsia pictórica de Italia, después de que el relevo pasase de Ticiano a Rubens... La torsión del relato está en Pierre Klossowski respecto a Balthus, una pintura a lápiz de alguien que hace de su vida conyugal un nuevo gran relato, y que se atreve a escribir otro ciclo del relato teológico por sí sólo con El Bafomet. Forzoso es que en nuestra época de globalización el relato deba, apoyado en el giro de Klossowski, hacer notar la torsión propia de las creencias de nuestra época, en las que la ciencia-ficción, el videojuego, el rock, las sociedades secretas, las sectas en general, condicionan un imaginario que supone la misma dislocación de lo clásico que supuso la teatralidad y la extravagancia de Torcuato Tasso.



obra en gran fomato de Patience Tison
foto Eve Livet

En total continuidad, como la que hay de Balthus a Pierre Klossowski, el relato, pues, de una alucinación o de un onirismo, con el que se la ha querido rechazar expeditivamente por parte del medio artístico, ya reacio de por sí en París a la pintura, implícito en la obra escultórica y pictórica de Patience Tison, nieta de Denise, la mujer y musa de Pierre Klossowski, e hija de Frédérique, la modelo, sobrina y una de las musas de Balthus. Patience, cuyo nombre, de hecho es el título de un cuadro anterior de Balthus, sabe con su trabajo retomar el hilo de esas tradiciones de apoteosis y torsión del relato pictórico. La repetición del motivo del gato, la estilización, la proporción (que no tiene por qué estar reñida con la anterior)... suponen el vínculo con la tradición. En cambio Patience Tison, como una guerrera tassiana, se lanza al combate y a la torsión nueva del relato de lo posible con la introducción de lo que venía siendo subliteratura, de las creencias nuevas, haciendo figurar en sus cuadros ángeles que al mismo tiempo describen un tipo de extraterrestre entendido como epifanía severamente solitaria, y dejando sentado un nuevo espacio de escritura, para el pintor, de la experiencia mística. La relación dialéctica con la psiquiatría se ve también definida por la articulación del relato. Las primeras obras de Patience contaban su propia vida onírica, rica en pesadillas teatrales como una tragedia al mismo tiempo que en nociones correspondientes a los dos polos dialécticos de la psiquiatría y del imaginario del glam, del junk, de la Cienciología... sin caer nunca en el kitsch consensual del arte contemporáneo.

Un caso artístico como el de Patience Tison solamente cobra sentido si se lo considera tan único como el de Picasso, el de Balthus, el de Dalí, de la misma manera que tan único como el de cualquier pintor olvidado a la manera que ocurría con Molinier o con su propio abuelo Pierre Klossowski, en cierta medida.

Dicho esto, y mostradas a ustedes las obras selectas de mi amiga, quisiera volver a mi hilo personal y a mi hilo erudito, de traductor diletante. He estado dibujando, no gran cosa. Vuelvo sobre una idea de portada para la revista del instituto, con ocasión de un periodo de protesta estudiantil en todo el país. Se trataba de un rostro de joven gritando coléricamente. La idea me percute como una Medusa masculina, como un rostro para la estrella revolucionaria, una manifestación de lo único, del No. El rostro que dibujo tiene los ojos y el arco de la nariz de Patience, pero otros elementos corresponden más a mi propio rostro. Utilizo un lápiz sepia.

Si no, en lo tocante a traducciones y a mis reflexiones sobre las implicaciones teológicas del origen místico del amor, lo siento, pero lo dejo para la próxima vez. No tardaré mucho, prometido.

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